La más reciente edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) ha eliminado por completo la categoría de «disforia de género» frente a la presión ejercida por grupos transactivistas y LGBTQ+, reemplazándola por la nueva categoría, mucho más endulzada, de «incongruencia de género». Aún así, grupos como la Global Action for Trans Equality rechazaron el nuevo término por considerarlo patologizante. En una época en donde el individuo y su percepción de la realidad es ley, despatologizar todo lo que puede ser indicio de una desconexión con la realidad objetiva se vuelve consigna de lucha para los movimientos progresistas. Sin embargo, el feminismo radical, como filosofía materialista, lucha por frenar esta avanzada ideológica característicamente posmoderna. En este contexto de autopercepciones, tratamientos médicos auto-dirigidos, y realidades incongruentes, consideramos necesario retomar algunos conceptos de la psicología y la sexología del siglo XX, a fin de encontrar una manera de recuperar un poco de esa realidad objetiva que el siglo XXI dejó atrás.
En este caso nos interesa rescatar y expandir la teoría del psiquiatra norteamericano-canadiense Ray Blanchard, quien mantenía contacto directo con pacientes transexuales en su clínica de Toronto durante los años 80. A partir de sus observaciones, Blanchard creó una tipología de la transexualidad dividiéndola en dos grupos:
- “Transexuales homosexuales”, hombres homosexuales que fetichizan a hombres heterosexuales.
- “Transexuales autoginefílicos”, hombres heterosexuales que fetichizan el pensarse a sí mismos como mujeres.
Cabe destacar que los grupos analizados eran exclusivamente masculinos (hombres biológicos), pues la transexualidad femenina (mujeres biológicas) tiene otras causas.
Como es de esperarse, la comunidad trans también rechaza de plano esta categorización. Nos parece un buen momento para recordar que la ciencia tiene como deber ser objetiva. Esto quiere decir que el investigador, al hacer teoría, permanece neutral e imparcial ante el dato empírico. Esto no quiere decir que está buscando causar daño o perjuicio adrede al grupo estudiado. Otra falencia más del posmodernismo: creer que absolutamente todo lo que no me gusta es un ataque personal contra mí. ¿Quiere esto decir que la teoría de Blanchard es indiscutible? Claro que no, pero por lo menos debe discutirse con buenos argumentos y no con apelaciones emotivistas.
¿Por qué decimos que la teoría de Blanchard sigue aún vigente? Porque lo comprobamos cada día mejor de manera fehaciente. Pues lo que Blanchard no pudo prever fue que el auge masivo de las redes sociales, el acceso a la pornografía hardcore a cada vez más temprana edad y, en definitiva, la hipersexualización de la cultura y la sociedad característica del liberalismo generarían más y más casos para probar cierta su teoría. Veamos algunos ejemplos.
1. Transexuales homosexuales
Es el grupo que encabeza el movimiento Trans-LGBT desde por lo menos los años 90. Son muy conocidos los shows y personajes «Drag Queen» que protagonizan y llevan a cabo, siendo Ru Paul y su RuPaul’s Drag Race el más conocido. Cualquiera que haya participado en alguna de las Marchas del Orgullo o acudido a algún centro cultural LGBT los reconocerá fácilmente. Se los podría clasificar como casos extremos de homosexualidad masculina, sintiendo atracción fetichista hacia sí mismos como femeninos, pero con orientación sexual exclusiva hacia otros hombres. En general presentan cierto malestar con su género desde muy temprana edad. Desde el feminismo radical rechazamos su extrema misoginia representada en la hiperfeminización y ridiculización de lo que significa ser mujer.
2. Transexuales autoginefílicos
Como grupo social surgieron hace relativamente poco. Caitlyn Jenner es uno de los primeros casos públicos, «saliendo del closet» en 2015 luego de vivir toda una vida adulta como varón sin manifestar deseo alguno de cambiar de sexo. A partir de entonces, una cascada de «MTF trans» (Male To Female) aparecieron para demandar acceso gratuito a tratamientos hormonales, cirugías, y nuevas identidades legales, probablemente motivados entre sí en foros de Internet como https://www.reddit.com/r/MtF/. El problema de concederles una identidad femenina es que legalmente no presentan ninguna diferencia con una mujer, a pesar de poseer cuerpos biológicos de varón y una socialización masculina. Cada vez son más frecuentes los casos de mujeres trans que aprovechan la ventaja física para competir en equipos deportivos femeninos, o para recibir condenas menores e incluso ser enviados a una prisión femenina, poniendo en peligro a todas las demás reclusas. Su característica principal es la autoginefilia (auto-gine-filia; excitarse con la idea de ser mujer), que en muchos casos puede llevar a perversiones, sumado a que siguen siendo heterosexuales, por lo que no sorprende los casos de abusos perpetrados por este grupo.
3. Transgéneros, no-binarios y queers
Por último queremos mencionar un grupo que Blanchard nunca llegó a ver, pues culminó sus investigaciones antes de la aparición de la teoría queer (Butler, Preciado, etc.), heredera de las teorías post-estructuralistas (Foucault y Derrida, entre otros) que dan prioridad al sujeto y a su construcción del mundo por sobre la realidad material y empírica. Para las autoras queer, el género (y en alguna medida también el sexo) son construcciones sociales creadas por el lenguaje, por lo cual al cambiar el lenguaje se estaría incidiendo directamente sobre la realidad. Al mismo tiempo, al ser la sexualidad un espectro, las categorías absolutas y «binarias» deben ser rechazadas. Es así como se da lugar a un tercer grupo de individuos trans, que difieren de los anteriores por su pertenencia generacional (centennial, o «generación de cristal») que converge en varias luchas a la vez: feminismo, veganismo, laicismo y demás posturas progresistas, por lo que suele ser gente de clase media-alta con estudios superiores.
Nuevamente, recalcamos que la intención en ningún caso es de discriminar, sino, por el contrario, lograr una adecuada clasificación y diferenciación de la experiencia trans, ya que «lo trans» en sí mismo siempre cae dentro de una categorización abstracta con muy pobre análisis al interior, lo cual creemos perjudica al movimiento en su conjunto.